julio 25th
La cobertura informativa del accidente en Santiago
Escribo estas líneas de una manera en que no debería escribirse nada: con esa sensación de dolor que a todos nos ha producido la tragedia ferroviaria que hace apenas 12 horas ha ocurrido en Santiago de Compostela. Y digo que en estas condiciones no debería escribirse nada porque los sentimientos podrían afectar al análisis. Pero se trata de un hecho de una evidencia tan flagrante que no podía quedarme callado.
Las primeras horas tras el descarrilamiento ya han pasado. Y ese breve tiempo ha sido precisamente la clave para averiguar cuál es el estado de los medios de comunicación de este país. El suceso tuvo lugar a las 20:41 h. El Telediario 2, conducido por Marta Jaumeandreu, no hizo ninguna mención hasta pasadas las 21:30 h. Y, a partir de ahí, RTVE se propuso demostrar a todos los españoles que el dinero que pagamos para mantenerla es un dispendio inútil. El resto de televisiones consideró, hasta las 00:30 h., que era más importante seguir emitiendo contenido enlatado que cubrir la noticia en directo. O a lo mejor es que, directamente, no les quedaba otra opción.
La mayoría de los periodistas de España está en paro. O poniendo copas. O no está en España. Mi sector sufre una crisis doble: la económica y también la de modelo, que es incluso anterior. Las redacciones son cada vez más pequeñas, cuando el volumen de trabajo, lejos de reducirse, se ha incrementado debido a la multiplicación de soportes y una demanda creciente de información, especialmente económica. Los pocos que se quedan asumen una carga imposible, unas condiciones salariales mucho peores que antes y la amenaza constante del despido susurrando al oído. ¿Cómo esperamos entonces que haya información de calidad ante un hecho como el que acaba de ocurrir? Si las oficinas en Madrid o Barcelona se han reducido a la mitad o menos, ¿qué no habrá ocurrido en Santiago o A Coruña? Señores: sin periodistas, no hay información.
Por supuesto, a estas horas ya todos los medios tienen su mirada puesta en el lugar. Pero el tiempo clave, esas primeras horas, les ha delatado. Anoche fue uno de esos momentos en que más eché de menos CNN+. Pensar que fue a convertirse en el canal 24 horas de Gran Hermano y luego en Divinity me daba la respuesta a muchas de las preguntas que me hacía anoche. Tras comprobar el despropósito televisivo, recurrí a Twitter, la mejor agencia de noticias que se ha inventado en los últimos años. La cuenta de la Asociación de la Prensa de Madrid fue una de las más activas y útiles durante la noche. La de ABC se adelantaba a los datos oficiales, de un modo un tanto apresurado para tratarse de una información tan sensible como era la cifra de muertos. Por contra, la de Renfe no publicó ni un solo tweet hasta pasadas tres horas desde el accidente. Y, cómo no, abracé ese medio que siempre ha llenado las madrugadas y que no ofrece imágenes sensacionalistas: la radio. La Cadena SER dio anoche una lección de Periodismo en toda regla. TVG tampoco se quedó atrás. No se puede decir lo mismo de la web de El Mundo y la de El País, que ofrecían sin pudor imágenes de los cadáveres sin cubrir sobre las vías del tren. Con todo, lo que quedó demostrado es que Internet no es el medio del futuro, es el medio del presente. Twitter se convirtió en la plataforma perfecta para retransmitir las novedades y solicitar la participación ciudadana. De los periódicos impresos no les hablo porque todavía no he tenido oportunidad de echarles un vistazo hoy.
Mientras escuchaba la radio, el bochorno me acechaba al ver en el 24 horas de TVE a dos dinosaurios diciendo que no podían informar debido a que las diferentes webs de los diarios españoles estaban colapsadas debido al pico de visitas de internautas que estaban registrando. Tal cual.
Si algo quedó anoche de manifiesto es la importancia y la necesidad de lo público. Lo público sin recortes. Los servicios de emergencias y los bienes de los vecinos de la zona puestos a disposición de la causa me hicieron pensar que no está todo perdido en este país de miseria y privatizaciones en que nos hemos convertido. En Twitter leí la frase muy acertada de un periodista deportivo gallego que decía que eran las personas que se echaron de madrugada a la calle, en chanclas y a donar sangre, quienes le representaban, y no los políticos con traje que llegarán hoy a hacerse la foto. Pérez-Reverte estuvo, a mi juicio, muy acertado, al asegurar también en Twitter que España es un país extraño, en el que «hay días en que lo peor es su gente y hay otros en los que lo mejor es su gente». Como anoche. Desde luego, los ciudadanos gallegos estuvieron a la altura de las circunstancias. Los hospitales pedían sangre y los gallegos salieron en masa a dársela, hasta el punto de colapsarlos.
Siento mucho no poder decir lo mismo de los medios de este país. Los recortes que han hecho cantaban ayer a voz en grito. Si bien España nunca ha destacado por tener un panorama mediático especialmente brillante, lo de anoche clamó al cielo. Fue la sentencia de muerte de la actual RTVE -empeñada en hacer propaganda política- y la pista de que el resto de televisiones podrán cumplir con el día a día de las rutinas previstas, con escaletas anodinas, pero se quedan desnudas ante una sacudida de este calibre. Se trata de un reto para la generación de periodistas a la que pertenezco. Uno de los mayores retos que han desafiado al Periodismo. Permítanme, pues, que me ponga con ello.