junio 2nd
Que la lengua dirija la mirada
Imagen: Julio César Ortega
En tiempos en que este país sufre la mayor depresión desde la Guerra Civil, toca mirar fuera. Pero, ¿a dónde? Que hay un éxodo no masivo pero sí imparable es un hecho; ya hemos llegado a los niveles de emigración de los años 60. Para la ministra de Trabajo que nunca ha trabajado, Fátima Báñez, es algo muy positivo, porque ella cree que esas personas que se exilian están poco menos que de Erasmus por ahí, y que volverán más temprano que tarde para construir un país mejor. Un pensamiento tan estúpido como ella misma.
Por razones varias (entre las que se incluye una tasa de paro del 57%), quienes más están trasladando sus vistas hacia fuera son los jóvenes. Y parece que están claros los destinos en los que ponen sus ojos: dos de cada tres jóvenes emigrantes españoles buscan trabajo en Europa. Reino Unido, Alemania e Irlanda son los países a donde más se mudan, según datos de ESADE e Infojobs. Aunque –mejorando poco a poco– el nivel de conocimiento de idiomas en España sigue siendo vergonzoso, la verdad es que el perfil medio de los que deciden probar suerte en el extranjero suele ser muy cualificado, al contrario de lo que sucedía antaño. Mi generación ya ha crecido aprendiendo inglés desde temprano, lo cual explica lo de Reino Unido e Irlanda. ¿Y qué les voy a contar yo de Alemania que no sepan ya? En un tiempo récord se ha convertido en un paradigma del trabajo, teniendo uno de los mercados laborales más precarios de toda Europa. Pero saber venderse (y tener la sartén por el mango) cuentan más que los derechos laborales.
Pese al euroescepticismo rampante, mi generación se sabe europea. No en vano, es la misma generación para la que Europa significa integración y progreso, como quedó demostrado en el ‘sí’ en 2005 a la después fallida Constitución Europea. Hemos asumido como propio lo que no deja de ser un proyecto macroeconómico en horas bajas. Pero, puestos a dejarnos dirigir por la veleta de la economía, ¿no sería más interesante comenzar a prestarle a América Latina la atención que merece?
Hay muchos factores que nos unen a los españoles con una de las zonas más pujantes del mundo. El fundamental es la lengua, que es precisamente el nexo de unión entre esos países y la razón que permite hablar sobre ellos de una manera genérica. Se trata, como todas las lenguas del mundo, de la mayor expresión de una cultura, lo que puede ayudarnos a comprender (y, dadas las circunstancias, ¿por qué no? también participar) lo que está ocurriendo en ese continente mientras usted lee estas líneas. Su pujanza económica (3,5% en 2013 frente al 3% en 2012, según el FMI) es sólo uno de los muchos motivos por los que merece la pena posar nuestra mirada allende los mares.
La manera en que Colombia afronta el proceso de paz, la incertidumbre que causa Nicolás Maduro como reencarnación del caudillismo chavista en Venezuela, la demanda de perfiles cualificados en Argentina, la gestión de la pujante economía de Perú por parte de Ollanta Humala, la avanzadilla en políticas sociales de José Mújica en Uruguay, el aislamiento de Bolivia (restricciones energéticas incluidas), el boom inmobiliario que vive Panamá, el papel esencial que desempeñan los inmigrantes nicaragüenses en la prosperidad de Costa Rica, la situación de acorralamiento que sufre el Periodismo y la democracia en México a manos del narcotráfico… son algunas de las cuestiones que hacen de esta región una de las más apasionantes del planeta.
En lo personal, a mí siempre me ha resultado una zona muy vibrante; no sólo porque por mis venas la mitad de la sangre sea nicaragüense, sino porque fue allí donde aprendí hace tiempo algunos de los valores que hoy me definen como adulto. Por eso creo que no estaría nada mal que los jóvenes compatriotas de mi generación, forzados inmigrantes sobradamente preparados en buenas universidades y proactivos en la aplicación de las nuevas tecnologías, dejen que la lengua española dirija un poco más su mirada. El español, una lengua que hoy hablan más de 495 millones de personas en todo el mundo y que está tan denostada en esa vieja Europa germánica en plena crisis de identidad, es un valor inconmensurable en América, hoy de nuevo convertida en la tierra de las oportunidades.