julio 30th
Una democracia enjaulada
Quienes suelen leerme por aquí saben que dos de mis mayores debilidades son las ironías de la vida y todo aquel lenguaje que dice sin decir, que habla sin hablar. Cuando casualmente coinciden ambos, mi conciencia entra en éxtasis. Y es lo que ha ocurrido estos días en Madrid.
En tiempo convulsos, parece que lo único seguro es que no podemos dar nada por seguro. Las circunstancias (y las personas con poder que se ocupan de propiciarlas) parecen estar encargándose de cargarse (!) las bases de nuestra lógica social. ¿Pero qué demonios es la «lógica social»? Pues señores, todo eso que tanto ustedes como yo damos por supuesto en el funcionamiento de una sociedad democrática. Cosas como la no impunidad de los delincuentes, como el rechazo y castigo a la corrupción, como la igualdad entre los ciudadanos, como las libertades civiles o como la soberanía del pueblo. ¡Ay, la soberanía del pueblo! Un bien tan antiguo a punto de convertirse en viejo; una base tambaleante de una democracia en vías de extinción.
Sólo hay que levantar la vista para darse cuenta de que ‘los mercados’ (ese ente todopoderoso, intangible e insaciable) han sustituido al pueblo. El poder ya no emana de todos nosotros, y por si acaso les quedaba alguna duda de ello, ha sido el Gobierno español (¿quién si no?) el que se ha encargado de recordárnoslo. El Congreso de los Diputados lleva un par de semanas sitiado. Literalmente. Tal como lo ven en la fotografía adjunta. Un sistema de vallas ancladas firmemente al suelo y un cordón policial se encargan de que la Cámara que representa la soberanía del pueblo sea inaccesible para el mismo.Y no me refiero a que la gente entre libremente en el hemiciclo, ya me entienden ustedes.
Sólo hay que levantar la vista para darse cuenta de que ‘los mercados’ (ese ente todopoderoso, intangible e insaciable) han sustituido al pueblo. El poder ya no emana de todos nosotros, y por si acaso les quedaba alguna duda de ello, ha sido el Gobierno español (¿quién si no?) el que se ha encargado de recordárnoslo. El Congreso de los Diputados lleva un par de semanas sitiado. Literalmente. Tal como lo ven en la fotografía adjunta. Un sistema de vallas ancladas firmemente al suelo y un cordón policial se encargan de que la Cámara que representa la soberanía del pueblo sea inaccesible para el mismo.Y no me refiero a que la gente entre libremente en el hemiciclo, ya me entienden ustedes.
Al parecer, nuestro Gobierno quiere evitar que se produzcan altercados que dañen la imagen de este país (¡!). Se ve que un Congreso totalmente enjaulado les debe de parecer la imagen summum de la democracia, algo que el mundo no puede perderse de ninguna manera.
No hace falta que les explique las razones que han llevado al Minsiterio del Interior a adoptar esta medida. La gota que colmó el vaso fue el anuncio de la escandalosa subida del IVA y los recortes a los funcionarios el pasado 11 de julio. Sólo dos horas después de la comparecencia del presidente del Gobierno, un grupo de empleados públicos se apostó frente al Congreso de los Diputados, dispuesto a clamar por lo que sin duda les corresponde. Desde el día 16, el citado enrejado protege al Congreso del pueblo. Tal cual. Si han visto ustedes mejor metáfora de la situación actual de nuestro sistema, por favor avísenme.
Las seis columnas y los dos leones de bronce que custodian su entrada han visto tiempos mejores, pero sin duda también tiempos peores. Aunque, si nos ponemos a pensarlo en profundidad, puede que ese par de leones -que en teoría nos representan- se encuentren (si es que una estatua puede encontrarse de alguna manera) bastante cómodos ante la frialdad del enrejado que les aleja del común de los mortales. A fin de cuentas, su bronce procede de los cañones de una guerra.