octubre 17th
Unidos por el cambio global
El movimiento 15-M acaba de demostrar que no sólo sigue tan fresco como el primer día, sino que además se ha fortalecido. Las manifestaciones ocurridas este 15-O en todo el planeta bajo el lema Unidos por el cambio global (United for global change) han supuesto un revulsivo para los indignados y han servido para acallar las voces de quienes no cejan en su empeño de deslegitimarlos.
El sábado se consolidó además el carácter pacífico de esta necesaria revolución. Aún así, la caverna mediática continúa intentando boicotear un fenómeno social que, como tantos otros, contraviene sus rancios intereses, erigidos en su mayoría sobre la base del statu quo. Así, el diario ABC decidió colocar en la portada de su edición dominical en papel la fotografía a toda página de los disturbios acontecidos en Roma, el único lugar de los 82 países donde hubo violencia. Por desgracia para ABC (que supongo todavía cree que con un dedo puede tapar el Sol) y por fortuna para la democracia, hoy disponemos de muchos otros medios, que no sólo nos cuentan las cosas mientras estas suceden sino que además contribuyen a la expansión del citado movimiento social. Todos hemos constatado, no sólo el pasado sábado sino a lo largo de los últimos cinco meses, que el 15-M defiende y ejerce la paz.
Pero no todas las críticas que reciben los indignados proceden de armarios con hedor a naftalina. Hay un sector de la izquierda que les acusa de favorecer al PP porque, según ellos, han animado al voto en blanco, al voto nulo y a no votar, cuando nada de eso es cierto. El 15-M jamás ha pedido oficialmente nada parecido, sino que se ha dedicado a reclamar una democracia real en la que el voto de cualquier ciudadano valga por igual y en la que los requisitos para obtener escaño sean los mismos para todos los partidos políticos. En resumen, una reforma de la ley electoral. Los motivos para el desplome del PSOE son otros pues. Entre ellos está la enorme decepción que ha causado entre la verdadera izquierda la gestión socialista de la crisis con un timonel de derechas, estrategia que el propio PSOE está reconociendo implícitamente estos días al poner en marcha una campaña electoral de marcado carácter social de cara al 20-N. Demasiado tarde.
Ante un gobierno que no ha estado a la altura de las circunstancias y una oposición necia que, según parece, guarda bajo tres llaves la panacea a una crisis en la que su partido nos metió y de la que saca rédito electoral, los indignados proponen (proponemos) un cambio real alejado del tradicional bipartidismo que tan tóxico nos ha resultado. El 15-M se ve favorecido por el hartazgo social hacia ese sistema corrupto y se engloba en la tendencia que propulsará más que nunca a otros partidos este 20-N. De momento, según las últimas encuestas, Izquierda Unida (IU) obtendrá el triple de votos y Unión, Progreso y Democracia (UPyD) el cuádruple que en 2008. Inspirado en la Primavera Árabe y bautizado por el intelectual Stéphane Hessel, España ha exportado este catalizador a todo el globo. El 15-M es ya una fuerza de ámbito internacional. Probablemente haya sido nuestra mejor contribución al mundo en varias décadas.
Se equivocan los que aseguran que con esto no se consigue nada. Haber logrado que sea la mayor novedad de 2011 es mucho. Haber colocado las demandas reales de la población en la agenda de los políticos y de los principales medios de comunicación es toda una hazaña. Haber hecho del 15-M el movimiento social más pujante del mundo actual es un gran avance respecto al punto en que nos encontrábamos hace justo un año.
La ciudadanía española, y más concretamente esa juventud a la que se nos denomina generación perdida hemos encontrado el modo de expresar nuestra frustración eficaz y proactivamente; esto es, no desde la comodidad del sofá de casa, sino clamando en las calles y ante los políticos, participando activamente de nuestro tiempo, moldeando nuestra propia historia, luchando para que seamos nosotros quienes determinemos nuestro futuro y no al revés, intentando lograr lo que no logró la generación anterior con nosotros: dejar a su paso un mundo un poco mejor para los que vienen.
Puede que, después de todo, no lo consigamos. Pero no será porque no lo hayamos intentado.