agosto 20th
El símbolo de un tiempo
La fotografía adjunta es el símbolo de un tiempo. Lo tenebroso es que ese tiempo es el presente, aunque si no fuera por la calidad de la imagen bien podría pertenecer al siglo XII o XIII. Los máximos representantes de las dos instituciones más anacrónicas el mundo se encuentran una vez más, acercando su manos, estableciendo lazos fraternales, perpetuando la naftalina.
Ahí tienen ustedes a la única persona en el globo ante la que se inclina nuestro monarca. Y marco nuestro en cursiva porque, que yo sepa, nadie lo ha elegido explícitamente -esto es, no incorporado en un lote- de manera democrática, de igual modo que al otro tampoco. ¿De dónde proceden, entonces, sus respectivos poderes? Nada menos que de la gracia divina, o lo que es lo mismo: la legitimidad que les confiere el burdo beneplácito de millones de personas porque sí.
El desfile cañí de estos días (del que he visto poquísimo a propósito) y la explotación de recursos públicos para un acto privado da muestra, una vez más y de forma fastuosa, de que la Transición española es un proceso inconcluso. Aún somos ese país donde un crucifijo lo mismo atrae descuentos en el transporte público que exenciones fiscales.