octubre 19th
España = sol y ladrillo
Esta tarde he hecho una entrevista de trabajo. Una entrevista para un puesto que no requería nada parecido a una carrera universitaria, pero para el cual me han llamado sin yo haberles solicitado nada. Allí me he presentado con mi currículum tal como se me pidió, con toda mi buena fe. Todo iba sobre ruedas… hasta que he escuchado los reparos de la entrevistadora, muy italiana, muy educada, muy rubia de bote, pero sin demasiado manejo del castellano. De hecho, no ha entendido parte de lo que le he dicho.
Resulta que, en este país, haber estudiado en la Universidad se ha convertido en un obstáculo (menos para los hijos de papá y enchufados múltiples, faltaría). Surreal pero cierto. Ahora, en lugar de mentir poniéndose títulos que uno no tiene, hay que hacerlo a la inversa: mentir quitándose los títulos que uno posee. Al preguntar por ahí, la gente me dice que lo que debo hacer es adaptar el currículum al puesto de trabajo en particular (¡gracias, vaya novedad!) y eliminar lo que no me vaya a beneficiar. Vamos, que tengo que obviar un montón de años de tiempo, dinero y esfuerzo para que me entreviste un jefe con un nivel de formación muy inferior al mío. Me recomiendan adulterar la realidad de mi trayectoria profesional -y por ende, de mi vida- para obtener un trabajo que dista años luz de mis expectativas más bajas y que ni siquiera está relacionado con el ámbito de la comunicación.
Por eso me ha resultado imposible no acordarme hoy de las declaraciones de esos jóvenes que retrataba tan acertadamente el diario El País hace unas semanas en su serie de reportajes titulada (Pre)parados. Y es que, señores, siento de veras decir que vivimos en un país atrasado. Los años de vacas gordas nos hicieron pensar que ya íbamos en el tren de Europa y nos trasladaron a un oasis tan efímero como un espejismo. ¿Y qué cara se le queda a un náufrago en el desierto cuando desparece el espejismo ante sus ojos con la misma celeridad que apareció? Pues la misma cara que hoy tenemos la mayor parte de españoles. Cara de lelos. Cara de vivir en un país que apenas necesita profesionales cualificados. El grueso de la mano de obra en España se compone de profesiones sin cualificación. O en otras palabras, vivimos en un país de albañiles y camareros. Pero ahora resulta que todos aquellos que optaron por meterse a ello durante los años de bonanza han caído como moscas. ¿Qué hacer pues?
La crisis ha devuelto a miles de estudiantes a las aulas. Todos esos jóvenes con ansias de dinero rápido se han replegado y han colapsado las escuelas de formación profesional y las universidades. ¡Ay, ingenuos! ¡Eso ya lo hicimos nosotros! Quizá muchos no sepan es que a la mayoría, eso no les servirá de nada, pues nuestro mercado laboral, que jamás ha premiado el conocimiento ni el esfuerzo, no puede absorber tal oferta. La mejor muestra de eso somos nosotros, aquellos que decidimos continuar con los estudios pese a los cantos de sirena. Hoy componemos un enorme excedente de jóvenes frustrados que han de conformarse con cualquier trabajo porque, claro, estamos en crisis, y con tener un clavo ardiendo al que aferrarte ya te puedes dar con un canto en los dientes. Así hay abogados barrenderos e ingenieras dependientas. Aunque, si les digo la verdad, en el fondo creo que el joven que siente realmente los estudios que cursa nunca se asemejará al perfil de aquel que sale del instituto sin la ESO para poder fardar de coche cuanto antes. Son sencillamente dos estilos opuestos. Yo creo firmemente en el valor de la Universidad como institución más allá de situaciones coyunturales.
España no vive de la ingeniería o la investigación; vive del sol y del ladrillo. Desde hace algunas décadas, esto ha funcionado. Pero ya no. Si de algo ha de servir una crisis de este calado es para replantear estructuras y cambios así. ¿Hasta cuándo vamos a ser el país cutre que desprecia a los buenos profesionales?
Al finalizar la entrevista, me levanté, me despedí con la mayor cordialidad de la italiana engolada y me alejé cavilando, dudando de si lo había hecho del todo bien o mal, pero de lo que realmente estaba seguro era de que aquel lugar no era el adecuado ni para mí ni para muchos como yo.
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Por alusiones: Estaré de acuerdo contigo en algunas cosas y en otras no, eso no es nada nuevo y tu lo sabes. Pero Julio, creo que no te puedo consentir (lo siento, pero no se, ni me sale, expresarlo de otra forma)que digas que la Universidad solo deja de ser un obstaculo para enchufados y niños de papá. Yo, que ni de lejos pertenezco a ninguno de los dos grupos, he tenido que hacer la maleta e irme a donde el trabajo me requería, para poder ejercer la profesión para la que tantos años de esfuerzo y formación he dedicado. Y ahora yo te pregunto: te has planteado buscar trabajo fuera de Barcelona?
Abrazos.