septiembre 8th
Liberté, égalité, fraternité
Si bien ya comienza a hacer fresco por las noches, este otoño se presenta calentito. Diversos temas han acaparado nuestra atención en el mes en que un tupperware extraviado en la Barceloneta es motivo de noticia a doble página. Por desgracia, en general no han sido noticias precisamente agradables.
La cosa pinta cada vez más negro. Hace ya mucho tiempo que da repelús abrir un diario, aunque algunos más que otros. Comprobamos en todos ellos cómo, según empeora la situación, avanza el miedo y gana terreno la derecha. Esa derecha que, encarnada esta vez en la caricatura del presidente Nicolas Sarkozy, ha protagonizado el penúltimo bochorno internacional. Fíjense si no en la foto adjunta. ¿Les recuerda a alguna anterior publicada en este blog? El presidente francés bien podría estar dando la bienvenida a alguien (¿un inmigrante quizá?) o mejor aún para él, podría estar invitando a alguien a irse de un país que, a la vista de los hechos, es de su propiedad. La verdad es que tiene más cara de au revoir que de bonjour.
El país de la Revolución declaró la guerra a los gitanos cuando, a finales de julio, el ministro de interior francés, Brice Hortefeux, anunció que desmantelarían trescientos de los seiscientos campamentos ilegales que existen en ese país. Aludía en sus razones a la lucha contra la escalada de violencia, refiriéndose a los disturbios que se producen en Francia desde que el pasado 16 de julio un joven gitano murió a causa del disparo de un gendarme. Comenzaba así el 19 de agosto la expulsión de gitanos rumanos y búlgaros del país galo.
Como de costumbre en asuntos sociales, las instituciones europeas han respondido con una tibieza tan previsible como irritante. La Comisión Europea se limita a decir que vigilará de cerca a Francia. Sin embargo, la Eurocámara ha exigido hoy mismo al gobierno francés que suspenda las deportaciones; una iniciativa promovida por socialistas, liberales, comunistas y verdes. Todos los grupos del Parlamento Europeo, excepto el popular, han criticado duramente la política discriminatoria de Sarkozy. Pero el tema ha logrado dividir incluso a la propia derecha francesa. Pese a todo, Francia se sigue pasando por el forro los derechos fundamentales de la UE (entre los cuales están el de igualdad, no discriminación y libre circulación de personas) y continúa desafiante su política neonazi.
El miedo, provocado por la actual coyuntura y avivado por la derecha que se autoproclama garante del equilibrio mundial, parece ser una vez más el factor determinante a la hora de señalar al prójimo con el dedo acusador. Señalar es muy fácil. Con un gesto nos sacudimos de encima toda posible culpa. El problemático siempre es el otro; por ende, ha de ser extirpado cual tumor. Y esgrimir la seguridad como salvoconducto es un comodín siniestro, un recurso barato y peligroso en tiempos de crisis. Sarkozy ha señalado con el dedo a la minoría étnica más desamparada de Europa alegando motivos de seguridad, en un país donde los gitanos apenas respresentan el 0,64% de la población total.
La construcción de Europa no se concibe sin la inmigración, que desde tiempos inmemoriables ha constituido un fenómeno básico en los cimientos en cualquier sociedad. Nuestra cultura no es más que una sofisticadísima mezcolanza de muchas otras, y en nuestras manos está seguir enriqueciéndola. Ante estas políticas cabe entonces preguntarse: ¿vamos hacia adelante o hacia atrás? ¿Estamos construyendo una sociedad o destruyéndola?
comment-1076
Magnifique comme toujours!