diciembre 31st
Fin de década (V)
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9) Crisis económica mundial (2007):
Aunque la crisis económica actual data oficialmente de 2008, su germen (la crisis financiera) viene de 2007. Esta crisis ha sido sin duda el hecho más determinante en los últimos años de la década en el ámbito internacional, pues ha afectado a todos los sectores y ha terminado provocando una recesión económica en todo el mundo. La chispa que prendió la llama fue la crisis de las tristemente conocidas hipotecas subprime, el súmmum de los inventos de nuestra sociedad capitalista. Hacer creer a un mileurista que podía pagar una hipoteca y ya de paso comprarse un coche fue el negocio del siglo y la especialidad de los bancos durante bastantes años. La hecatombe no tardó en extenderse como la pólvora, provocando momentos de pánico como la quiebra de Lehman Brothers -el cuarto banco de inversión de EE.UU.- en septiembre de 2008.
En España, el vertiginoso crecimiento económico que vivimos desde la segunda mitad de los años noventa bajo el gobierno de José María Aznar dio lugar a un sector inmobiliario que se consolidó como el mayor motor de cambio. Hoy es la gallina muerta y hedionda de los huevos de oro; la fuente de innumerables casos de corrupción urbanística, de ataques medioambientales masivos e impunes, de chanchullos financieros, de endeudamiento de las clases medias y el principal motivo de la sangría del paro que asola el país (con cifras escalofriantes de hasta el 30% entre jóvenes de mi edad). El ladrillazo, vamos. Mientras otras naciones de nuestro entorno vislumbran la salida, a nosotros aún nos queda lejos el final de la recesión.
Por desgracia, la económica no es la única crisis internacional que vivimos hoy. De hecho, creo que es sencillamente un reflejo de la podredumbre que late en el seno de la sociedad que hemos creado. Sin duda, la peor crisis no es la referente al dinero.
10) Barack Obama (2008):
Acabo el repaso a la última década con una gota de optimismo en este mar de dramas. Barack Hussein Obama se convirtió en 2008 en el personaje positivo más importante del inicio de siglo, al ser el primer presidente negro de Estados Unidos. Él es consciente de su calidad de mito, y obra en consecuencia. Su retórica y su manejo de la semiótica entusiasmarían al mismísimo Roland Barthes. Entre sus primeras medidas como presidente, destacan un ambicioso plan de estímulo económico y una ampliación sin precedentes de la cobertura sanitaria -muy privatizada en Estados Unidos-.
Sin embargo, en sólo un año de mandato también ha logrado decepcionar a muchos. No se ha comprometido a reducir sus niveles de contaminación, lo que ha supuesto el fracaso de la cumbre de Copenhague; no ha intervenido para solucionar el conflicto Israel-Palestina, y él mismo ha reconocido que el cierre de la prisión de Guantánamo (promesa que fue uno de los ejes esenciales en su campaña) se le va de las manos.
Cierto es que su figura ha sido sobrevalorada en muchos aspectos, pero Obama representa, aún hoy, la esperanza con la que el mundo encara esta nueva década que, para mí y para muchos, comienza mañana.
Feliz década nueva.