mayo 16th
Así es la LGTBfobia en el mundo en 2017
Con motivo de la celebración del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia el 17 de mayo (en que la OMS eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales en 1990), la ILGA ha publicado, como cada año desde 2006, su informe mundial de la LGTBfobia de Estado, entendida como el conjunto de leyes que penalizan la homosexualidad, bisexualidad o transexualidad en diferentes países (aunque en algunos federales la legislación varía, razón por la que es más riguroso llamarlos Estados). En él, revela que 72 castigan actualmente la actividad sexual consensuada entre personas adultas del mismo sexo.
La buena noticia es que, en los últimos doce meses, Belice y Seychelles han abolido las leyes que criminalizaban a los LGTB. La mala noticia es que hay muchas malas noticias. Entre ellas, que en 2017 a los LGTB sólo se nos reconoce o protege en un 25% de los países. O que ocho Estados miembros de la ONU (Irán, Arabia Saudita, Yemen, Sudán, Somalia, Nigeria, Irak y Siria) castigan la homosexualidad, la bisexualidad o la transexualidad con la pena de muerte; y que en otros cinco (Pakistán, Afganistán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Mauritania) es técnicamente posible debido a la interpretación de la Shari’a. O que 22 países tienen leyes que prohíben la creación de asociaciones LGTB.
En este mapamundi (puedes verlo más grande aquí) se refleja la situación en todo el globo, clasificada por un código de color, donde el verde (47 Estados) es el reconocimiento del matrimonio, uniones similares o adopción; el azul es protección (85 Estados); el amarillo claro es ambigüedad (no hay leyes que penalicen); el amarillo oscuro denota la vigencia de ‘leyes de propaganda’ como la rusa y el rojo (72 Estados) es criminalización.
Pero todos sabemos que una cosa es lo que diga la ley y otra muy distinta la realidad a la que cada día deben enfrentarse millones de personas en todo el mundo debido a su orientación sexual (homo o bi) o a su identidad (trans). La homofobia se manifiesta de muchas maneras, desde el acoso que sufre un niño en un colegio del país más desarrollado del mundo hasta la amenaza de muerte que pende sobre muchos hombres y mujeres por revelar quienes son en el corazón de África. Sin ir más lejos, en España (un país en verde con una de las legislaciones más avanzadas del mundo), sólo en Madrid se registraron 239 agresiones homófobas a lo largo de 2016, lo que supone el récord histórico de denuncias. Imagina lo que puede llegar a ocurrir en un país en rojo.
En realidad, no es necesario ni que lo imagines: en Chechenia, región que pertenece a Rusia y que no llega a estar en rojo, los homosexuales están siendo torturados en campos de concentración o arrojados al vacío por sus propios familiares.
Por ello, la ILGA va más allá de la homofobia de Estado y elabora periódicamente informes sobre las actitudes globales hacia la comunidad LGTB. El último es de 2016. Revela, por ejemplo, que un 68% del planeta se enfadaría (mucho o de algún modo) si su hijo le dijese que se siente atraído por personas de su mismo sexo. Más del 50% de la población de Nigeria, Uganda o Ghana cree que la homosexualidad debería ser considerada un delito. Y los transexuales lo tienen aún peor: sólo un 28% del mundo aceptaría que un niño se vistiese e identificase siempre como una niña.
Entre esa maraña de oscuros datos hay haces de luz. Uno de ellos son los datos que conciernen a España. Nuestro país es -al menos sobre el papel- uno de más tolerantes de toda Europa, que a su vez es el continente con las mejores actitudes hacia los LGTB. Pero, ¡ojo! Aquí nos vencen Portugal, Croacia o… ¡Italia! Pero son países con leyes menos avanzadas que la nuestra. En España, un 13% de la población creía en 2016 que la homosexualidad debería ser considerada un delito. Es un buen dato en comparación con otros, pero ten en cuenta que es tres puntos mayor que el porcentaje de la población total que, desde Kinsey, suele considerarse homosexual (10%). En otras palabras: según estos datos, en España hay más homófobos que homosexuales.
Pero no es ese el dato que más ha llamado mi atención. Más de un tercio de la población mundial (el 34%) dice haber cambiado de opinión al respecto en los últimos cinco años. Y el factor más determinante en ello (24%) no ha sido leer un folleto de una ONG. No ha sido ver un documental. No ha sido leer un libro, ni ver un programa de televisión, una serie o una película con algún personaje gay o trans. Ha sido conocer a alguien LGTB en persona. Y eso quiere decir algo muy importante: el poder que cada uno de nosotros tiene de cambiar el mundo. Sí, tú también, que estás leyendo esto. No se trata de ponerse en plan libro de autoayuda. Se trata de que te des cuenta de que tienes la capacidad de golpear tu bola sobre el tapete de billar y que ese movimiento genere otro que genere otro que genere otro que configure una nueva distribución en el tapete.
Tampoco hace falta que seas gay, lesbiana, bisexual o transexual para hacerlo. Basta con no callarte cuando presencies actos discriminatorios (y sí: esto incluye el lenguaje).
Si lo eres, puede que no creas que hablar con naturalidad de tu marido en la cena de empresa o coger a tu novia de la mano en el metro tiene un impacto mayor sobre tu entorno que Ricky Martin o Caitlyn Jenner. Pero así es. En la mano de cada uno de nosotros está el propiciar el cambio y hacer que el verde del mapa de la ILGA ocupe un poco más de espacio justo dentro de un año. Porque en este instante estamos elaborando, entre todos, el mapa de mayo de 2018. Sobre el gráfico es sólo un color, pero sobre la realidad son millones de vidas salvadas.
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