septiembre 14th
Fundación Eddy-G: el hogar de los LGTBI que se quedaron sin él
Cuando uno ve por primera vez Pose (la serie de Ryan Murphy emitida originalmente por HBO en España) se pregunta si, como tantas otras cosas que muestra esta serie, las houses existieron de verdad en aquellos años 80 y 90 en Nueva York. La respuesta es sí. De hecho, muchas siguen existiendo y de ellas también habló el documental de 1990 Paris is burning. Esas casas constituyeron el eje vertebrador de una comunidad (LGTBI, negra, seropositiva, pobre) marginada por el resto de la sociedad que se negaba a ser una simple víctima y que se organizaba para salir adelante en un mundo abiertamente homófobo, tránsfobo, racista, serófobo y aporófobo.
En España también hay algo parecido. Es cierto que no organizan balls ni hacen voguing, pero la filosofía es, en gran medida, similar a esas casas de acogida que fundaron en su día las mothers. La Fundación Eddy-G fue creada en el año 2016 en Madrid para ayudar a jóvenes del colectivo LGTBI víctimas de violencia familiar, bullying o cualquier otra forma de LGTBIfobia. Tiene dos pisos de acogida en Madrid en los que a los jóvenes, la mayoría entre los 18 y los 25 años, les brindan de manera gratuita refugio y asesoramiento psicosocial y laboral. Todos son mayores de edad. Durante un máximo de un año, esos jóvenes que han sido rechazados por sus familias tienen la oportunidad de crear un nuevo entorno, reconducir sus vidas y ser autosuficientes. La propia fundación se encarga a diario de darles las herramientas necesarias para que vuelen por sí mismos una vez salgan de allí.

Yo conocí la Fundación Eddy-G durante la marcha del Orgullo LGTBI en Madrid en julio de 2019. Por entonces se habían aliado con Levi’s, una marca que lleva participando varios años en el Orgullo de Madrid y a quienes he tenido el placer de acompañar en las dos últimas ediciones de la manifestación anual más multitudinaria del país. Levi’s hablaba de la familia que eliges, un mensaje que encajaba a la perfección con la Fundación Eddy-G. Me explicaron su labor y me pareció encomiable. Faltaban un par de meses para mi 36 cumpleaños y yo tenía la intención de iniciar una recaudación de fondos gracias a la opción que permite Facebook. Tuvieron que hacer unos trámites que se alargaron más de lo esperado y, con agosto de por medio, no llegamos a tiempo para mi cumpleaños (el 4 de septiembre). Pero este año sí ha podido ser. Hace unos días tuve la oportunidad de visitar uno de esos dos pisos y ver dónde se desarrolla su trabajo, nutrido principalmente por voluntarios. Desde su creación, unas 80 personas han pasado por allí.
«Tenemos a chicos y chicas de muchos países del mundo», me explicaron las únicas personas que no trabajan como voluntarias. «Incluido España, que es algo que a muchos les sorprende. Existe la creencia de que en este país está todo conseguido, pero por desgracia todavía hay gente que hace la vida imposible o echa a sus hijos de casa por ser LGTBI. Y no es necesario irse a la España rural; tenemos jóvenes de Madrid capital«.

Antonio (pseudónimo) tenía 23 años cuando entró en contacto con la fundación. «Quizá Dios los puso en mi camino cuando más lo necesitaba. Si alguien me pidiera definir mi situación emocional antes de esa fecha, diría que era así: todos los días lo mismo, sin perspectiva», dice. «Sentía que no vivía como merecía: una mochila del pasado, escondiendo en el presente constantemente mi sexualidad ante muchos y rezando para que no saliera el tema ante otros, y preocupándome por un futuro gris y negro«. Sin embargo, incluso en esos momentos tan duros, decidió tomárselo con filosofía. «Por aquellos tiempos llegó a mis oídos la figura de Víktor Frankl, el psiquiatra que sobrevivió a los campos de concentración nazis y autor de El hombre en busca de sentido, cuya máxima sobre la libertad humana me impactó: ‘Si tienes una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento’. Decidí tomarme esa frase como una oportunidad para aguantar lo que vivía, con la esperanza de que viniesen tiempos mejores, a la vez de que me daba mucha rabia el saber que tenía potencial humano, pero que lo que vivía me bloqueaba», explica Antonio.
Pero no se quedó en filosofía, sino que comenzó a moverse. «Un buen día, decidí averiguar si era posible el cambio. Tras acudir al Programa LGTBI de la Comunidad de Madrid y exponer mi caso, me pusieron en contacto con la Fundación Eddy-G, que entonces era de reciente creación, y que proporciona vivienda, alimentación y terapia psicológica a personas LGTBI que por cualquier razón sufren discriminación en el ámbito familiar. Cuando conocí las condiciones, decidí que era el lugar perfecto. Allí descubrí una familia que vale la pena: unos patronos que habían decidido ayudar con los recursos que tenían a jóvenes LGTBI que sufren y unos voluntarios dispuestos a escucharnos y a ayudarnos en todo lo necesario, por no mencionar compañeros que me entendían en todos los sentidos».
Antonio consiguió salir adelante. Continuó formándose y, aunque no puedo dar pistas sobre sus circunstancias por motivos obvios, ahora es un hombre autosuficiente, podría decirse que en buena medida gracias a la labor de la Fundación Eddy-G. El suyo es uno de esos muchos casos de personas LGTBI rechazadas por quienes se supone que más los tienen que amar y proteger. Una realidad oculta a los ojos de la mayoría de nosotros, pero que por desgracia existe. Por eso, con motivo de mi 37 cumpleaños este 4 de septiembre, el pasado día 1 inicié una recaudación de fondos para la Fundación Eddy-G. Entre todos hemos conseguido rebasar el primer objetivo (300 €) y tan sólo quedan 99 € para alcanzar la meta ampliada: 500. Por pequeña que sea tu aportación, puedes hacerla aquí mismo. Queda mucho trabajo por hacer y muchas personas como él a quienes ayudar.
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