noviembre 2nd
Carta abierta al diario ‘El Mundo’
Sr. Director:
Como cada domingo, hoy he desayunado junto a gruesos pliegos de prensa con olor a tinta fresca, El Mundo entre ellos. Al llegar a la página 8 de su suplemento Crónica, me ha sorprendido gratamente que abordasen un tema bastante ignorado por los medios de comunicación españoles: la gestación subrogada, más conocida con la fea expresión ‘vientre de alquiler’. Y me he dispuesto a leerlo. El zumo de naranja se me ha empezado a cortar en el estómago al ver como segunda palabra ‘matrimonio’ y, sólo un poco más adelante, ‘familia’. Así, entre comillas. Comillas simples, pero comillas.
Ha sido cuando me he preguntado en qué año vive El Mundo. Desde luego, antes de 2005, momento en que se aprobó la ley de matrimonio igualitario en España y que, pese al recurso que el Partido Popular mantuvo contra ella durante siete años, avaló el Tribunal Constitucional en noviembre de 2012. En estos momentos en que tanto se aferran ustedes a la Constitución ante el desafío soberanista en Cataluña, quizá deberían más coherentes con su fidelidad a la Carta Magna y escribir matrimonio homosexual como escriben matrimonio heterosexual; es decir: matrimonio. Sin comillas. Comprendo que semejante transgresión no le sentará muy bien a una parte de sus lectores, pero ya sabemos -porque ustedes lo dicen cada día en sus editoriales- que las leyes están para respetarlas.
Continúo leyendo el reportaje. Empiezan a brotar expresiones como factoría de bebés o tráfico de niños. Aquí ya abandonan ustedes la aguja fina, se dejan de matices y lo ponen sin comillas. Aseguran que «los vecinos de Sóller» (que no «algunos vecinos de Sóller») califican a la pareja protagonista de la historia de «chicos caprichosos«. Tener hijos es un capricho sólo si uno es gay, imagino. Más tarde, aseguran, ya sin emplear el estilo indirecto sino como cosecha propia, que su abogada buscaba «sacarlos del infierno en que ellos solitos se habían metido». Recogen también las declaraciones de un amigo de la pareja en las que explica que se habían ido a Tailandia «sin saber cambiar un pañal», y yo me pregunto qué pareja pimeriza, homo o hetero, sabe cómo criar un hijo. A lo mejor, la combinación hombre-mujer viene con un manual de instrucciones restringido a otros tipos de familia (sin comillas).
Pero ahí no acaba la cosa. A partir de cierto punto, ya los llaman sencillamente «los gays mallorquines». No «la pareja» ni «los hombres» ni «los futuros padres» ni mucho menos «el matrimonio». Esto dice bastante más de ustedes que de ellos, pues demuestra que no ven (y no quieren hacer ver a sus lectores) más allá de una orientación sexual. La característica «gays con problemas» y no «padres con problemas» es lo que les define a lo largo de todo el reportaje. Eso sí: cuando hablan de que una pareja australiana ha tenido 15 hijos por la misma técnica y ha abandonado a uno por tener Síndrome de Down, deciden obviar que se trata de una pareja heterosexual. Para redondear el artículo, veo que han publicado a cinco columnas una fotografía de ambos (extraída, según parece, de sus redes sociales) a pesar de que dicen que tanto Biel como Adolfo les dejaron claro que preferían seguir en el anonimato.
Sé perfectamente que, en los medios de comunicación, las palabras no se escogen por casualidad. Y lo sé, entre otras cosas, porque los medios de comunicación son mi trabajo. La intencionalidad que hay en su reportaje La odisea de los quintillizos lo convierte en una información claramente tendenciosa. Basta con echar un vistazo a los comentarios generados al pie del artículo o en las redes sociales para comprobar que han cumplido su objetivo de difamación. Reproduzco aquí sólo algunos:
«Snop’s [sic.] no merecen ni publicidad ni consideración. Ser padre es algo más que tener mascotas (y hasta para esto hace falta sentido común)».
«Mercancía humana, caprichos de niños riquitos jugando a ser papás, vaya basura…»
«Degenerados, que en vez de comprarse un perro faldero, deciden adquirir niños, como si de almejas o un nuevo piso se tratase. Frivolidad pura».
«Una irresponsabilidad tras otra, tener un hijo no es como comprarse un perrito, aparte que lo del vientre del alquiler me parece traficar con seres humanos».
Sin quererlo, su reportaje también ha cumplido otra función: reflejar fielmente el estado actual de la homofobia en este país. Como otros tipos de odio, la homofobia es líquida, lo que quiere decir que adquiere diversas formas, sin que por ello deje de ser lo que es. Se manifiesta de muchas maneras, no necesariamente siempre violentas ni explícitas. Por un lado, asistimos a un repunte de las agresiones homófobas en España. Por otro, las informaciones amarillistas como la suya cuestionan la validez de la sexualidad y de la familia de millones de personas. Es difícil que quienes aún no han aceptado (a la vista de lo publicado) el matrimonio igualitario se planteen siquiera la familia homoparental con hijos, adoptados o fruto de la gestación subrogada.
El argumento estrella contra el derecho de los homosexuales a tener hijos es el bienestar del menor. Y no les falta razón pero, ¿existe alguna prueba que demuestre que ese bienestar puede estar condicionado por la orientación sexual de sus progenitores? Lo que resulta verdaderamente perjudicial para un niño es, por ejemplo, permanecer sin nacionalidad, en un limbo legal, como consecuencia de la pasividad de los gobiernos ante una demanda social creciente. Actitudes como las que promueve su periódico a través de piezas tan amarillistas como esta han provocado que las parejas que desean tener descendencia por esta vía hayan tenido que recurrir a las lagunas legales de países como Tailandia o Ucrania, cuando no pueden permitirse los altísimos costes que el proceso tiene en Estados Unidos, el único país que ofrece las máximas garantías. Está claro que, con una opinión pública en contra, un gobierno nunca legislará a favor de la gestación subrogada a pesar de que, como recogen ustedes en el reportaje, es una práctica cada vez más habitual. Es exactamente lo mismo que ocurrió hace tres décadas con el aborto.
Lo que no es cierto es que por la vía del vientre de alquiler lleguen ya más niños que por la adopción. Ustedes mismos han publicado que, según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en 2013 hubo 1.188 adopciones. Y, en el mismo texto (aunque basándose en sólo dos fuentes que no son institucionales y que, además, tienen unos claros intereses en el asunto), aseguran que bajo el sistema del vientre de alquiler, «este año van a entrar en España más de 1.000 niños». Suponiendo que esto último sea cierto (lo cual representa una quinta parte de todos los niños nacidos por esta técnica en Estados Unidos entre 2004 y 2008), y a pesar de que no se da una cifra (¿más de 1.000 son 1.002? ¿1.500? ¿1.800?), «más de mil» no es más de 1.188. La fuente presentó el dato de una manera ambigua e interesada y ustedes lo han publicado tal cual y, además, en la versión impresa lo han destacado en un sumario dentro del reportaje sobre los quintillizos. Por otro lado, también publican que la agencia Subrogalia tramitó el año pasado 260 gestaciones subrogadas y que en 2014 la cifra se ha duplicado, «por lo que calcula que la cantidad total superará este año los 1.400 niños». ¿Qué reglas matemáticas han aplicado para que, al duplicar 260, salgan 1.400? Sólo contando una media de 2,7 hijos por parto podría darse esa cifra como válida.
Al publicar este tipo de informaciones no sólo están dañando la imagen de todas los españoles (homosexuales y heterosexuales) que esperan que por fin se legisle sobre una situación compleja, sino que están dañando algo que les toca directamente: su propia industria, la del Periodismo. Mentir, publicar medias verdades, no contrastar y mezclar información con opinión nunca ha sido una buena idea, independientemente de cuál sea su línea ideológica. Como tampoco lo ha sido nunca tirar piedras contra el negocio de uno mismo. Si me aceptan el consejo, dejen de meterse en la cama de los demás. Contribuirán a ganarse el respeto de la gente, harán mejor su trabajo y, quién sabe, a lo mejor algún día consiguen que los lectores confíen de nuevo en nosotros, los periodistas.
comment-952
Leí el artículo y me pareció vomitivo el enfoque dado por el ¿periodista?. Cada vez más mamarrachos llegan a periodistas y, lo que es peor, algunos llegan hasta a directores de diarios. No hay modo de salvar este articulo, no hay por donde cogerlo, parece una gaceta propia de un Fanzine para falangistas.
comment-951
Gran carta al Mundo.Sólo un pequeño apunte,no caigas en la dicotomía hetero-homo,hay más de dos orientaciones,por ejemplo yo soy asexual arromántico.El resto,chapó.Aunq ahora vivo con miedo de q los conservadores digan q no puedo tener hijos ni casarme sólo porque mi sexualidad y mi forma de amar no es tan intensa como el resto de personas…
comment-950
Este artículo es vomitivo y solo busca desde el primer momento que le cojamos asco a la pareja con comentarios totalmente fuera de lugar en plan "lo tenían todo en la vida", "el estilo de vida elitista", "solo necesitaban un vientre"… y lo que es peor, la enorme cantidad de trogloditas que comentan esas atrocidades dándose un gustazo de autocomplacencia… en fin…