octubre 5th
De cómo la basura literal entró en mi casa por la tele
No imaginan ustedes la sorpresa que me llevé cuando el otro día descubrí que esta televisión nuestra aún es capaz de sorprenderme alguna vez. El pasado viernes noche, mientras zapeaba, fui a dar en Cuatro con un 21 días que transcurría en La Chureca, el mayor vertedero de Centroamérica, que se halla en Nicaragua. Quizá no me hubiese detenido a verlo si no hubiera sido en Nicaragua, país de donde procede toda mi familia materna y, por tanto, un poco yo. Confieso mis reparos ante estos docu-realities hiper sesgados del mismo modo que confieso que, esta vez, la cosa me llegó.
En él, la recién estrenada reportera Adela Úcar convivía con personas que se ganan la vida recogiendo basura en el mencionado vertedero. Tal era el caso de una mujer de 45 años que daba de comer un poco de arroz a su nieta. En un momento dado, le retiraba el plato a la niña para seguidamente susurrar a la cámara «esto lo guardo por si hoy no me va bien en el vertedero». Con suerte, volvería con dos euros en el bolsillo. Sin suerte, con las manos vacías, a apurar el mismo arroz de la mañana. El 80% de toda Nicaragua vive en esas condiciones de miseria. Como ellos, unos 2.800 millones de personas en el mundo viven con menos de dos euros al día. Eso es casi la mitad del planeta, señores.
También aparecía un veinteañero sin ningún tipo de casa que era adicto al pegamento. Por no tener, no tenía ni una chabola donde cobijarse. En un descuido de la cámara, aprovechó para escudriñar algo en la basura y metérselo en la boca, como daba muestra el polvo blanco que quedó en sus labios cuando la reportera fue a darse cuenta unos segundos después. Evidentemente, todo ello no hacía sino contribuir al morbo de un programa de televisión, pero consiguió que yo obviase el marco sensacionalista, que por unos momentos me abstrajera de mi televisor plano, mi chaise longue y mi cena caliente para imaginar de veras aquello más allá de las cámaras y las lágrimas de cocodrilo.
La Chureca es un lugar donde la basura se pierde a la vista en el horizonte. Sobre esas 42 hectáreas de toneladas de inmundicia y gases tóxicos pululan a diario cientos de personas para quienes ese es el único modo de sobrevivir. Unas 300 familias, para ser más exactos. Cada una de esas personas podría contar una historia. Tendríamos entonces muchísimas historias que escuchar y ningún sitio a través del que poder hacerlo, ya que a los medios sencillamente no les interesa. Es mucho más barato poner cuatro cámaras en una casa prefabricada para ver cómo ocho energúmenos sin la ESO se dan de ostias y rellenan horas de programación. Es mucho más conveniente que sigamos currando mientras soñamos estúpidamente con ser una especie de Carmen Lomana, sin saber que jamás tendremos nada parecido a su estilo de vida pero que muy probablemente superemos su nivel de estupidez, que ya es decir. Lo que ven ustedes en la imagen adjunta son aves carroñeras, pero no de las que salen en las tertulias de la tele, sino las de verdad, las de La Chureca.
Es cierto que la distancia hace el olvido y que Nicaragua está muy lejos, pero la pobreza retratada en el reportaje no lo está tanto. Basta con merodear en cualquier ciudad española los contenedores de basura de los hipermercados a la hora del cierre para ver que la miseria nos ha estallado en la cara. Esa sociedad, como solemos decir empleando eufemismos como si no fuera con nosotros la cosa, no es otra que la cara B de la nuestra propia. Y si no lo crees, dale la vuelta a tu iPod para leer la letra pequeña. Es el eslabón del otro lado de la misma cadena. Todos nosotros pertenecemos y contribuimos a un sistema que no entiende de equilibrios: contemplo atónito cómo las grandes empresas y las grandes fortunas del mundo siguen sumando enormes beneficios aún en época de crisis mientras la mayor parte de la población mundial apenas tiene algo que echarse a la boca para seguir viva.
Algo tenemos que estar haciendo mal cuando nada menos que la mitad de nuestra propia especie literalmente se muere de hambre.
comment-1063
Si es que a veces cuando dejamos de lado la crítica ligera y fácil de la televisión… nos llevamos sorpresas como estas!
Conocía ese lugar, Pilar estuvo allí en primera persona… vi parte del documental, sin palabras. Nos quejamos de lo mal que vivimos aquí, sin pensar en esas personas que piensan cada día "Que bien, hoy parece que hay más basura que llevarse a la boca".
De vez en cuando van bien estas cosas, aunque sea para hacernos pensar "No estamos tan mal, al fin y al cabo".
Un saludo, espero que tot vagi bé!
comment-1059
Hola.
Teneis razón en vuestras apreciaciones. Yo comenté el reportaje más en su parte televisiva que humana.
la nueva periodista de 21 dias