abril 28th
Derechos velados
Siempre digo que la crisis saca lo peor de todos nosotros. Está visto que cuando sufre el bolsillo, sufre todo con él. Se nos despoja de toda coraza artificiosa y quedamos al desnudo, tal cual somos, lo cual no siempre nos devuelve una visión agradable de nosotros mismos.
Nos convertimos entonces en campo abonado para el miedo, la manipulación y los peores fundamentalismos. El espacio para el prójimo se reduce tanto que no deja lugar a la cortesía, la empatía o la tolerancia. Bien visto, incluso se podría decir que es de agradecer el hecho de actuar sin disimulos ni doble moral. Pero cuando todo ello afecta a un niño, el nivel de civilización de nuestra sociedad cae a niveles sonrojantes.
Existe en España un derecho recogido en el artículo 16 de nuestra Constitución que es la libertad de culto y de religión. Lo que no existe en España es la voluntad de reconocer tal derecho más allá de la santísima religión católica, de la que parece se nos presupone confesos por el mero hecho de haber nacido en el país de la Inquisición. Una vez más, los vestigios de unas tradiciones tan ancestrales como anacrónicas sirven como arma para la segregación al diferenciar ciudadanos de primera y de segunda categoría.
Najwa Malha es una ciudadana española menor de edad que ha visto vulnerado su mencionado derecho, pero también ha visto cómo se han pasado por el forro otra de sus garantías constitucionales fundamentales (las recogidas en el Título I de la Carta Magna) que es el derecho a la educación (artículo 27). Con dieciséis años, Najwa se ha visto sometida a la persecución y al (pre)juicio de toda una sociedad por llevar puesto el hiyab, el velo en la cabeza que visten las musulmanas. Incluso ha tenido que escuchar gritos en contra de la islamización de España [sic.]. Como lo leen. Fue expulsada hace unas semanas de su instituto en Pozuelo (Madrid) por incumplir el reglamento interno del centro -modificado para que ella y otras estudiantes no pudiesen llevar el velo- . La derecha ha reaccionado como mejor sabe hacerlo, con cinismo del bueno, haciendo como que ahora le interesan los derechos de la mujer. Tras el revuelo, y después de unos días sin ir a clase, Najwa ha decidido cambiar de instituto.
Hay quienes han comparado estúpidamente el hiyab con una simple gorra, cuyo uso está vetado dentro de clase desde hace tiempo en la mayoría de los colegios. Puestos a comparar el velo, lo lógico es hacerlo con otros símbolos religiosos, ¿no? Y puestos a hablar de derechos constitucionales, también nuestro artículo 16.3 dice claramente que ninguna confesión tendrá carácter estatal. Pues algo tan sencillo como eso no lo ha interiorizado ningún presidente en todos estos años de democracia, ni siquiera con una Ley Orgánica de Libertad Religiosa de por medio, cuya reforma se ha anunciado coincidiendo con su trigésimo aniversario. Una niña lleva puesto un velo a clase y se lía la de Dios -¡ups!-, pero de todos esos crucifijos que hoy todavía cuelgan en las paredes de los centros públicos nadie dice palabra. Tampoco sobre la imposibilidad que tienen todo esos padres no católicos de ejercer su derecho constitucional a que sus hijos reciban la educación religiosa que responda a sus convicciones. De eso nadie dice ni mu. Ni de todos los españoles no católicos que no pueden, en resumen, disfrutar de su libertad de culto. Ya sabemos que, en realidad, una sola es la confesión que goza de todos esos privilegios y de muchos más en este país.
Demasiados derechos fundamentales son como los negativos de esas fotografías tan bien concebidas, tan bien ejecutadas, que sin fortuna alguna quedan veladas a poco de ver la luz. ¿Quién vela por los derechos velados? Y ahora, fíjense con detalle en la foto. Esta vez no son las palomas las que portan el mensaje -aunque de ser blancas bien podrían hacerlo- sino el dibujo pintado en el suelo que ellas pisan. Es un pañuelo. Otro pañuelo. Un pañuelo blanco. Ahora imagínenlo desplegado y al aire libre, u ondeando atado a un asta, y recuerden su significado.
Pues eso.