marzo 7th
Desigualdad a la carta
Cuando uno piensa en elementos del consumo que actúan como indicadores del estatus socioeconómico de alguien, se le vienen a la cabeza el tipo de casa donde vive, su barrio, el coche que utiliza o las marcas de ropa que suele llevar. Sin embargo, la redefinición de las clases sociales que caracteriza a nuestro tiempo ha hecho que esos indicadores ya no sean los mismos.
Pocas veces en esa lista incluiríamos la dieta, no tanto por las marcas sino por el tipo de alimentos que se consumen. Y sí, esa parece ser la nueva barrera social. La clase a la que pertenecemos queda reflejada en nuestro plato. En el Primer Mundo, la comida ya es un indicador clave en la estratificación social, de manera que las personas con más recursos son las que cuidan más su dieta frente a los más despreocupados, que suelen ocupar posiciones más bajas en la pirámide demográfica. España refleja cada vez más esta tendencia que procede, cómo no, de Estados Unidos.
Nuestra querida dieta mediterránea no es tan querida en estos tiempos de comida rápida. Yo mismo compruebo cada día como en la zona donde trabajo, en pleno centro de Barcelona, es sencillo y baratísimo hacerse con una hamburguesa, un helado o unas patatas fritas mientras es más complicado y al menos el doble de caro comprar una ensalada variada para llevar, por no hablar de que hacerse con fruta allí es prácticamente imposible. Especialmente los jóvenes estamos adoptando, según la Encuesta Nacional de Ingesta Dietética Española, los peores hábitos alimenticios. Algunos de los datos dan pavor. Casi la mitad de los entrevistados consume bollería industrial a diario y no hace ejercicio alguno. La causa, según dicen, es la pereza. El resultado: un cincuenta y seis por ciento de la población es obesa. Nuestra desidia y nuestro afán por lo fast y low cost llega hasta el extremo de estar envenenándonos poco a poco.
En el Tercer Mundo, la cosa cambia. Estamos a las puertas de una grave crisis alimentaria mundial, debido al precio récord que hoy tienen los alimentos y del que ha advertido la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (en inglés, FAO). Este pasado febrero, el precio de los alimentos ha sido el mayor de los últimos veinte años. El stock de cereales y más concretamente el de arroz, que es un alimento básico para cientos de millones de personas, contribuye a rebajar la alerta. Se preguntarán ustedes si nuestros gobiernos occidentales están haciendo algo por arreglar esta situación. Intuyo que intuyen la respuesta, ¿verdad? Lo cierto es que lo que están haciendo es agravarlo más, ya que la política de aranceles en las exportaciones sólo ayuda a agrandar la brecha y favorecer las hambrunas.
Una vez más, me puede la ironía. Uno de los productos que más se encareció en la comentada subida de precios mundiales fue la leche y demás productos lácteos. ¿Adivinan cuál es el alimento, líquido o sólido, que más consumimos los españoles?
Exactamente.
comment-1016
Me lo has quitado de la boca. Ensalada 9€ (la media, que hay más cara) más bebida. Menñu fast food completo 8€. Y encima has de revuscar dónde pongan una ensalada decente, que en algunos sitios son para echar para atrás del descaro.
Y lo del tercer mundo, no tiene nombre. Desde que leí que EE.UU quema grano para controlar el precio no hay nada que siga justificando el hambre en el mundo más que la desidia.
Buen artículo, te lo comparto en el facebook.