Hojeando u ojeando las páginas del diario El Mundo este pasado domingo he encontrado otra de esas sutiles muestras de homofobia que aún se hallan enquistadas en los que se dicen medios serios de este país. El suplemento dominical Crónica publicaba un artículo sobre la orientación sexual del actor John Travolta titulado La adicción al sexo gay de Travolta. ¡Toma ya! Por si el titular fuese poco, se encargaban de resaltar con sumarios las palabras promiscuidad, pervertido o sospechoso, además de encontrarse otras como burdel gay, lugar clandestino, escándalo, loco adicto a las drogas o enfermedades de transimisión sexual a lo largo del precioso texto. que se hace eco de lo publicado en el National Enquirer. Mi reacción ha sido una carta al director que por supuestísimo no han publicado.

El artículo, acompañado de una entrevista, se nutre de las declaraciones de un tal Robert Randolph, un decorador de interiores con ganas de dinero fácil que se anda frotando las manos con la publicación del libro You’ll never spa in this town again (algo así como Jamás volverás a un spa en esta ciudad), que aún no ha terminado ni de escribir pero del que ya va soltando perlitas en un alarde de conocimiento de marketing. El fulano dice haber conocido y coincidido con Travolta en una sauna de Los Ángeles entre 1998 y 2009, a la que según cuenta, él mismo no acudía en busca de sexo, sino sólo ‘porque era socio […] y era el típico sitio para levantar pesas’. Otras de las atribuciones de fuentes que hace el artículo elevarían a María Patiño a catedrática de documentación informativa: ‘según varias fuentes‘, ‘ me han contado de primera mano‘…

Este payaso al que El Mundo le ha concedido una doble página en domingo no es más que uno de esos arribistas que aprovechan el mórbido interés de la sociedad estadounidense por defenestrar antiguos ídolos, como ya ocurrió al vapuleado Tiger Woods. O puede que lo hayan hecho para que todos esos homosexuales armarizados con esposa e hijos que compran diarios decentes como El Mundo los domingos por la mañana la salir de la sauna gay tomen nota de que nadie está a salvo del escándalo, del escarnio, de ver su vida hundirse entre espectadores que comen palomitas.

¿Acaso a alguien le importa con quién se acueste John Travolta? ¿Sería objeto de menor polémica si en lugar de hombres fuesen mujeres? ¿Lo condenable es que sea gay? ¿Que, en caso afirmativo, esté en el armario? ¿Que le ponga los cuernos a su mujer? ¿Que lo haga con hombres?… ¿Dónde quedó aquello de ‘vive y deja vivir’?

El mismo día, el suplemento dominical Magazine en un ‘especial niños’ publicaba un extracto de un libro recién publicado en el que dos dinosaurios (Albert Boadella y Sánchez Dragó, ahí es nada) se dedican a chochear el uno frente al otro lanzando perlas como ‘Yo soy partidario de volver a la mili obligatoria para poner firmes a los niñitos del estado de bienestar‘ (S. Dragó) o ‘Si el personal se quiere morir antes, es su problema, mejor ir liquidando excedentes de población por su propia voluntad que con las guerras, que además crean complejos de culpa‘ (A. Boadella) o ‘Ya hablaremos más adelante -supongo- de sexo, que es un terreno muy proclive a probar determinadas experiencias, que pueden ir desde la promiscuidad a la homosexualidad‘ (S. Dragó). Todo muy acorde con el especial niños, ya ven. A este diálogo de momias lo llaman cosas como ‘políticamente incorrecto‘ (qué les gusta esta expresión a los fachas… supongo que ejecutar personas también es ‘políticamente incorrecto‘) o provocación, como si lo que dijeran fuese a provocar a alguien a estas alturas. Ya sabíamos que la experiencia es un (de)gra(da)do.

Eso me pasa por leer estas cosas en domingo.