Siempre me ha gustado empezar cosas. Sentir esa sensación, entre ilusión y vértigo, de hallarse al inicio de un camino: empezar la universidad, un nuevo trabajo, una nueva ciudad o una nueva relación amorosa. Me refiero a ese cosquilleo que por unos momentos (o no) te abstrae de la realidad para hacerte pensar que no habrá ningún problema por el camino …qué curioso… Creo que todos estamos dotados de un cierto optimismo, que despunta en el momento de arrancar un nuevo proyecto. Debe ser algo así como un mecanismo natural sin el cual quizá nunca emprenderíamos nada, ¿no? ¿Se perderá con la edad? ¿Será por eso entonces que los mayores tienen cada vez menos proyectos en mente, o será por la simple lógica de saberse sin tiempo?

No sé… el caso es que esa especie de euforia me acompaña ahora al comenzar este blog, en este mes de tantos inicios que ya concluye. Por cierto, de veras pienso que los años ya no empiezan en enero, sino en septiembre. Cosas del trabajo, que hasta en eso marca nuestras vidas. Por eso y porque es mi cumpleaños (cumplí 25 el pasado día 4), septiembre es mi mes preferido del año. El mes bonito de los cosquilleos por nuestros nuevos proyectos. La verdad es que eso suena bastante cursi, pero creo que es así. Es lo que de pequeños asociábamos al olor nuevo de las gomas, estuches y libretas.

… Junta los recuerdos de los septiembres de tu vida, huele las hojas en blanco de un cuaderno nuevo y sabrás de qué te hablo. ¿Verdad?

P.D.: Sea cual sea tu nuevo proyecto, ánimo.