enero 22nd
Los restos de Haití
De un día para otro, todo el planeta ha puesto sus ojos en Haití. Hace cuestión de un mes recordábamos aquí el tsunami que arrasó el sureste asiático en diciembre de 2004, y hoy vemos cómo, de nuevo, los fenómenos naturales se ceban con los más pobres.
Las dimensiones de la catástrofe no son otra cosa que la cruz de la misma moneda cuya cara nos gusta llamar ‘desarrollo’ con la boca bien llena. Haití ya vivía en una tragedia antes de esto, tal como demuestra esta imagen; pero a nadie le interesaba. Hoy, los mismos que se muestran tan preocupados son quienes mañana ni se acordarán. Con el tiempo, las ONG irán retirándose, la ayuda remitirá, los periodistas se irán, y entonces llegará lo peor para los autóctonos. Volverán al olvido de un país desangrado por el SIDA. Volverán a constatar que la pobreza es inherente a la riqueza. Volverán a estar en el lado de la balanza que les hemos asignado.
Sólo este desastre ha logrado que buena parte del mundo sitúe Haití en el mapa, y de qué manera. Una vez más, se ha montado un horrendo circo mediático en torno a las consecuencias del terremoto. Nos llegan imágenes duras -a veces necesarias- que dan cuenta de la gravedad de la situación y, por un segundo, nos hacen despertar del letargo en que vivimos, pero una vez se emiten en ristre, nos devuelven al bol de palomitas. Los famosos se apuntan a la moda de las donaciones y a la sociedad norteamericana más burguesa (viva imagen del extremo opuesto del mismo continente) le sirve como causa noble de turno con la que entretenerse hasta que lleguen los Oscar. Por supuesto, a los bancos les viene de perlas para hacer un poco de marketing social (somos tan buenos que abrimos cuentas y no os cobramos comisiones) y ya de paso lavar su denostada imagen. Las fotografías que comparan el estado de los monumentos de Puerto Príncipe antes y después del seísmo nos recuerdan a una película de Roland Emmerich. «Van a ver ustedes unas imágenes dantescas en exclusiva» decía este domingo Pedro Piqueras, director de informativos Telecinco en España. Ahí es nada.
En medio de tanta carroña y amarillismo barato, observo las imágenes de personas que han ido allá sólo para ayudar. Gente que lo ha aparcado todo para entrar en el más absoluto caos con el único objetivo de salvar vidas, sin importarles si comerán o dormirán. Eso sí es una religión. Veo a un bombero con un niño recién rescatado de entre los escombros y es el clavo ardiendo al que me agarro para aún confiar mínimamente en la condición humana.
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