En España, este Orgullo será muy probablemente el último antes de que el PP llegue al Gobierno y anule la reforma del código civil que iguala los matrimonios entre homosexuales a los heterosexuales. Desde 2005 mantienen el recurso de inconstitucionalidad y Rajoy ha asegurado que ni siquiera con el beneplácito del Tribunal Constitucional (y con el de más del 70% de los españoles) mantendrá una de las leyes históricas de este país. El avance conseguido en Nueva York, donde cuatro senadores republicanos han apoyado la propuesta de los demócratas -incluso uno de ellos pidió perdón por haberse opuesto en el pasado-, deja al PP aún más atrás en el camino del progreso. Seremos gobernados por dinosaurios que prefieren mezclar Iglesia y Estado vistiéndose con mantilla a preocuparse por construir una sociedad más justa para todos. En Madrid ya han conseguido deslucir el Orgullo que comienza la semana entrante, implantado la absurda medida de poner auriculares a los asistentes a los conciertos. ¿Aplicarán con la misma vehemencia la ordenanza municipal en la visita del Papa este agosto? Mucho me temo que no.

No es extraño que nos ataquen desde fuera si ni siquiera desde dentro nos ponemos de acuerdo. Siempre que llegan las celebraciones del Orgullo escucho aquello de que un puñado de gente en pelotas sobre una carroza no ayuda nada a normalizarnos. Lo suele decir gente para quien normalizarse quiere decir cumplir con el canon heterosexista; esos mismos que te sueltan «me gusta Fulanito porque es gay pero no lo parece» y se quedan tan anchos. Para todos los que no quieren enterarse, el Orgullo es mucho más que el desfile, pero si no lo fuese, tampoco pasaría nada. Se trata de desinhibirse, de divertirse, de celebrar. Nadie dijo que para reivindicar derechos sea necesario ponerse la gafapasta. La Semana Santa, la Navidad o la romería del Rocío son de todo menos algo espiritual; allí van a pasarlo bien, a socializar, a tomarse unas cañas, a criticar a la figura de la hermandad vecina (esto lo he vivido en persona) o a lucir peineta, y jamás he escuchado a ninguno de ellos pedir perdón por ello. No hay, pues, por qué pedir disculpas por organizar las mejores fiestas al aire libre de este país.

Por eso, para aportar mi granito de arena y por supuesto, para pasármelo pipa, esta tarde estaré en el Pride Barcelona subido en la carroza de la revista Shangay. Iré actualizando a través de mi Twitter. Será a partir de las 18:00 h. desde Plaza Universitat y hasta Plaza Espanya, donde a las 20:00 h. Alaska leerá el pregón y comenzará una fiesta. Allí les veo a todos los que creen que nada como un fiestón para ponernos en nuestro sitio.

¡Salud y Orgullo!