marzo 9th
¿Por qué no nos importan los refugiados?
Los refugiados no nos preocupan a los españoles. Es lo que se desprende de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizada en febrero y publicada ayer mismo. En concreto, los cientos de miles de refugiados que llegan a Europa huyendo de la guerra en Oriente Próximo le preocupan a un 0,0% de la población de este país, a pesar de que el último Eurobarómetro asegura que el 84% de los españoles está a favor de ayudarles. Pero claro: una cosa es decir «sí, hay que ayudarles» cuando a uno le preguntan y otra es acordarse del tema por iniciativa propia sin que a uno se lo mencionen. Ninguno de los encuestados por el CIS se refirió a la mayor crisis migratoria en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial como uno de los principales 39 problemas actuales. Tampoco el racismo es percibido como un gran problema, a pesar de los 4.000 crímenes de odio registrados al año en España.
Eso quiere decir muchas cosas. Para empezar, que tenemos una capacidad de abstracción entre envidiable y preocupante. Sí, vale, compartimos con pena en nuestras redes sociales la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en la playa turca de Ali Hoca. Pero, por lo que se ve, ahí quedó todo. Después, y a pesar del goteo en los medios de comunicación (o quizá precisamente por ello), de que la Fundéu eligió ‘refugiado’ como palabra de 2015 y de que fuera una fotografía de la concertina en Hungría la ganadora del reciente World Press Photo, el principal problema que hoy sufre Europa nos ha dejado totalmente indiferentes. Pero, ¿de quién es la culpa de esta falta de conciencia?
No hay una sola causa, sino varias. La política es una de ellas. El pasado septiembre, la Comisión Europea aprobó un plan para que todos los estados miembro acogiesen a 120.000 refugiados, de los que a España le correspondían 14.931, que luego se ampliaron a más de 16.000, contemplados hasta septiembre de 2017. Seis meses después del acuerdo, tan sólo han llegado 18. Así, en la práctica, esto es un oasis, mientras que países de nuestro entorno están viviendo un cambio radical en su demografía que los reconfigurará socialmente durante generaciones. 23.000 refugiados están hoy atrapados en Grecia, tras el cierre unilateral de las fronteras por parte de sus países colindantes. Turquía, el punto desde el cual se distribuyen, acoge hoy a 2,6 millones de personas procedentes de Siria. También es cierto que las peticiones de asilo en España, debido a nuestra mala situación económica, es menor: 5.615 en 2015, frente a las 476.510 de Alemania, que encabeza el ranking de demanda. Pero nuestros políticos no se han tomado en serio el (pequeño) papel que nos toca desempeñar en este momento de la Historia.
Esto enlaza con otra de las causas que explica esa vergonzante indiferencia. Los ciudadanos españoles hemos delegado en nuestros políticos la responsabilidad de gestionar el fenómeno migratorio de los refugiados, no sin razón. A fin de cuentas, la mayoría opina que no puede hacer nada por sí sola para mejorar la situación de los refugiados (y, si no puedo hacer nada al respecto, ¿para qué preocuparme?). Al no percibir que dicha gestión se haya realizado de manera alguna, el asunto sencillamente ha quedado diluido, arrinconado por la preocupación masiva por el paro y la corrupción. Asuntos más terrenales, más cercanos para los españoles. La pregunta en este punto es ‘¿de verdad nos preocupa el paro, o sólo nos preocupa nuestro propio paro?‘. Si nos da igual el prójimo, ¿por qué esa desazón? ¿Acaso hay prójimos y prójimos? Cuánto de egoísmo (o supervivencia) y cuánto de solidaridad encierra esa preocupación por el paro, es más complicado de saber.
Otro de esos motivos es mediático. Antes he mencionado el goteo de informaciones sobre los refugiados. Pero ha sido sencillamente eso: un goteo. Una fina lluvia sin ánimo de empapar. ¿Cuántas de esas informaciones han profundizado en las raíces del asunto? ¿Cuántos testimonios de sirios en la frontera turca conocemos? ¿Cuántas veces hemos oído a a los presidentes de Hungría, de Croacia o de Eslovenia rendir cuentas de su rechazo a los sirios? ¿Cuántos campos de refugiados actuales podrían ustedes mencionar de memoria? Lo cierto es que los asuntos internacionales nunca han sido una fuente de interés masivo por estas tierras. Los medios de comunicación generalistas apenas les dedican espacio. Una de las primeras víctimas de sus recortes fueron las corresponsalías. En algunos informativos, la información internacional es prácticamente inexistente. Y los reportajes de fondo están desapareciendo, engullidos por las noticias de deglución rápidas para lectores web que, con suerte, leerán un titular en Facebook. ¿Cómo se puede construir una identidad europea con eso? ¿Cómo se puede hacer entender así a la población que Europa es mucho más que las imposiciones de Angela Merkel o un lugar grande para irse de Erasmus? ¿Cómo se puede hacer ver con unos recursos cada vez más escasos que los refugiados también son un asunto nuestro?
Quizá piensen algunos de ustedes aquello de ‘suficientes problemas tenemos en España como para ocuparnos de los refugiados’. Bonita manera de desentenderse del problema. Pero es que, yendo directamente a uno de esos ‘problemas que tenemos aquí’, encontramos una actitud parecida a la dispensada a los refugiados: tan sólo un 1,6% de la población considera un problema nacional la violencia machista. 57 mujeres asesinadas en 2015 y más de 52.000 en situación de riesgo actualmente parecen no ser suficientes para calar en la opinión pública. ¿Qué más tiene que ocurrir?
No sé ustedes, pero yo creo que una sociedad que da la espalda a un conflicto de fondo como es la violencia, bien en su versión de guerra o en su versión doméstica, es una sociedad con un mal futuro.