La mayoría de la gente se enorgullece cuando no debe nada a nadie. “He llegado hasta aquí yo solito” dicen con la boca rebosante de ego, como si hacerlo con ayuda desluciese el mérito.

Creo que practicamos poquísimo el ejercicio de la gratitud. No me refiero a la cortesía de sonreír cuando nos sirven un café, sino a sentirse agradecido de verdad. Por todo lo positivo que uno tiene en la vida, en general, y por las personas que lo hacen posible, en particular. Agradecer es olvidarse por un momento de nuestras ambiciones y de nuestro enfermizo afán por acumular bienes. Agradecer es un feliz gesto de honestidad y humildad. Es, sencillamente, la mejor manera de valorar lo que tenemos. Quizá por ello se dé cada vez menos en una sociedad cada vez más adiestrada para olvidar lo que posee y aspirar a consumir eternamente, en la espiral de infelicidad mejor trazada de todos los tiempos.

Yo quiero celebrar el primer aniversario de este blog dando las gracias. A todos y cada uno de ustedes, lectores, que pueden ser pocos o muchos, según se mire. El marcador señala 3.780 visitas y 17 seguidores hasta este momento, pero lo cierto es que esas cifras me resbalan. Como ya saben, no me gano la vida con ello, por suerte y por desgracia al mismo tiempo. Sí es cierto que, por fortuna, tengo mucho que agradecer a muchas personas. Y, lejos de desmerecer, me siento afortunado por ello. A todas las que hacen o han hecho algún bien en mi vida, entre las que se incluyen ustedes al seguir este blog, se lo agradezco. No saben ustedes lo feliz que soy de poder escribir aquí lo que me da la real gana. Y les quiero devolver el favor con el placer que provoca la brevedad de una sola palabra: GRACIAS.