Hoy me permito titular mi post como el genial ensayo breve de Stéphane Hessel que por fortuna se está convirtiendo en un best seller y que tuve oportunidad de leer en catalán el pasado Sant Jordi. Un libro con prólogo de José Luis Sampedro (quien ha escrito ¡Reacciona!: diez razones por las que debes actuar frenta a la crisis económica, política y social a modo de continuación) que invita a la sociedad y, concretamente, a la actual juventud, a reflexionar e indignarse ante la injusta situación que hoy define a nuestro mundo. Un libro-esencia, en el sentido de concentrar mucha sabiduría en muy pocas páginas. Y parece que las sabias palabras que hay en él comienzan a ser tenidas en cuenta.

Esta tarde se han celebrado en varias ciudades españolas (Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Mérida, Palma de Mallorca…) manifestaciones de miles de personas indignadas, convocadas por el movimiento pacífico ¡Democracia real ya! Los lemas empleados en cada caso eran diferentes, pero el mensaje muy similar: un cambio político y social. Un cambio indispensable para salir de la crisis, para evitar futuros colapsos y para construir una sociedad más justa.

Como imaginan, las reivindicaciones concretas contenidas bajo dicho paraguas han sido muy diversas, desde el clamor por el derecho a una casa digna y un trabajo hasta las críticas a una Ley Electoral que nos condena al bipartidismo, a la postre una democracia menguada. Lo malo es que la reforma de tal ley depende precisamente de quienes se benefician de su statu quo.

Ya era hora de que ocurriese algo así en España, donde últimamente sólo se manifiesta la derecha más reaccionaria para arañar votos intentando quitar derechos a otros. Por suerte, parece que el asunto está obteniendo una considerable trascendencia. De momento ya ha alcanzado el tercer puesto en Trending Topic (TT) global en Twitter y parece que ocupará algunas portadas en la prensa generalista mañana lunes además de tertulias matutinas en televisión (Ana Pastor –Los desayunos de TVE-, Televisión Española) y radio (Julia Otero –Julia en la Onda-, Onda Cero) según han adelantado estas periodistas. Vamos, que se va a enterar de la noticia todo el mundo menos los que más deberían darse por aludidos: los políticos que nos malgobiernan y que se hallan enfrascados en el cinismo de la campaña electoral que culminará en unos comicios donde el único vencedor será el descontento popular encarnado en abstención, por más palmaditas en la espalda que se den entre ellos la noche del próximo domingo.

También hoy he leído otras sabias palabras, esta vez de Manuel Cruz en El País, sobre la configuración de las generaciones. Recuerda acertadamente que componemos una generación los que participamos de los mismos acontecimientos (después históricos) de una determinada época. Así pues, mi generación va camino no sólo de perderse, sino de ya no existir en esos términos, por culpa del pasotismo. O, quién sabe, quizá el pasotismo, el aburguesamiento, la idiotización, sean el mayor acontecimiento y, ahí sí, todos participemos de él en mayor o menor medida.

En cualquier caso, las manifestaciones de esta tarde demuestran que la juventud no ha muerto, que no todos estamos de botellón y tragando telebasura, que existen ideales, que aún queda activismo, capacidad de lucha, de reacción en un momento clave, de repulsión al atropello institucionalizado, de crítica al retroceso del Estado de Bienestar, de protesta ante un mundo que se ha acostumbrado a la injusticia como si nada, donde la balanza siempre cae del mismo lado. No es un discurso trasnochado, es una triste realidad que constatamos cada día en nuestras carnes y que muchos de los que aquí me leen conocen en primera persona.

La indignación también puede ser el símbolo de una generación. Y quién sabe si el libro de Hessel es la Biblia de la mía. Quién sabe si de verdad seremos una generación de indignados.