abril 15th
La foto más premonitoria del Titanic
Les voy a explicar por qué, de todas las fotografías que hay acerca del barco más famoso del mundo (con permiso del acorazado Potemkin), he elegido precisamente esta. Primero: porque aprece un periódico y yo soy periodista. Segundo y esencial: porque condensa mucha información. Este repartidor de periódicos es Ned Parfett y aquí se encuentra en Trafalgar Square frente a la sede de la White Star Line, la compañía propietaria del malogrado barco, en Nueva York. Hasta allí debía haber llegado el trasatlántico con los 2.224 pasajeros de su viaje inaugural, pero apenas arribaron 705 supervivientes y malas, muy malas noticias. El muchacho en cuestión sostiene una portada que refleja a propósito el pasado más inmediato y, sin quererlo, el futuro más próximo a aquel instante. Ese titular era todo un augurio y bien podría constituir por sí solo un brevísimo resumen del siglo XX. Y he ahí, como algunos ya saben, el enorme poder simbólico del Titanic.
Su hundimiento advertía a la sociedad de tiempos eduardianos de que la Belle Époque tocaba su fin. Por delante se extendía el fin del Imperalismo encarnado en dos guerras mundiales, el Holocausto, la peor crisis económica jamás conocida en Occidente, una pandemia de gripe planetaria que se cobró unos cincuenta millones de vidas, una guerra civil seguida de cuarenta años de dictadura en España, un genocidio en Armenia, la guerra de Vitenam, la guerra de Corea, la Guerra Fría, las dictaduras de Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Bordaberry en Uruguay, Noriega en Panamá, Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua, Samuel Doe en Liberia, Batista y Castro en Cuba, Mobutu Sese Seko en el antiguo Zaire, Mao Tse Tung en China, Pol Pot en Camboya, Chávez en Venezuela, Gadafi en Libia, el ocaso del comunismo, el Apartheid, el genocidio tutsi en Ruanda, la guerra civil en Guatemala, la guerra de Argelia, la I Guerra del Golfo, la guerra de los Balcanes, la guerra civil en Sierra Leona, la guerra civil de Nepal, dos guerras en Chechenia, las FARC en Colombia, Sendero Luminoso y MRTA en Perú, IRA en Irlanda, ETA en España, el narcotráfico, el SIDA, Etiopía-Eritrea, Israel-Palestina, las mayores hambrunas consentidas de la Humanidad (en África) y así una enorme retahíla de desgracias que enlazan con las ya propias del siglo XXI en las Torres Gemelas.
Pensarán ustedes que nuestra sociedad actual es muy distinta a la de los tiempos del Titanic, aquella ultraclasista de señoras con sombreros pomposos previa al estallido de los medios de comunicación de masas. Cien años de desgracias deberían haber dado para muchos escarmientos. Pero la verdad es que no es así. Y, si no me creen, vayan a dar un paseo por el centro de cualquier gran ciudad. Comprobarán que ahí se mezclan diferentes clases sociales de la misma manera que lo harían los pasajeros de aquel buque de haber quitado las barreras en sus cubiertas. Sustitúyanse los sombreros pomposos por bolsos de firma. Y, a este paso, también podrán sustituirse por un trabajo fijo. Sí señores: las clases sociales emergen vigorosamente tras el espejismo subprime. La clase media, ese gran invento del siglo XX en un sentido moderno, está desapareciendo. Y lo hace a un ritmo vertiginoso. El que hasta ahora era el mejor indicador de la prosperidad de un lugar está siendo sustituído por un sistema de clases, de nuevo, cada vez más férreo, camino a victoriano. Un sistema de clases donde sólo hay botes salvavidas para los más adinerados.
Diversos estudios nos aseguran que los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. El ascensor socioeconómico se ha estropeado y por ello, dichas clases son otra vez inamovibles, estancas. Aunque siendo más riguroso, habría que decir que en realidad sí que existe una movilidad social: en sentido descendente. Al mismo tiempo, los valores (o, ya puestos en rigor, las costumbres) más puritanas resurgen con fuerza, en especial allá donde nunca dejaron de estar arraigadas. Las clases populares claman en las calles contra las injusticias del sistema capitalista ante la represión policial y una mezcla de indiferencia y rechazo por parte de las élites y de los conciudadanos menos responsables.
Nuestro inicio de siglo no es, pues, muy diferente al anterior. Que el devenir del siglo XXI sea parecido al del siglo XX está en nuestras manos. Sólo debemos saber leer la centuria pasada. El hundimiento del Titanic supuso un hito en la confianza del hombre en la tecnología. Cuando el objeto móvil más grande construido en la época se fue a pique en menos de tres horas dejó una consigna que ya hemos olvidado. Hoy, todo nuestro sistema depende de la tecnología hasta el punto de que un fallo en esta pone en riesgo muchas vidas, como ocurrió hace sólo un año en Fukushima, por ejemplo.
Por todo eso merece la pena analizar el Titanic. A quienes vengan por Barcelona hasta septiembre les recomiendo encarecidamente la exposición que hoy mismo, día de su centenario, he tenido oportunidad de visitar en el Museu Marítim. Allá descansan, rescatados del abismo, los testigos mudos de la tragedia. Objetos dignos de ser mirados como observadores que compadecen nuestro temor -tan típico de inicio de siglo- desde su ahora placidez al otro lado de la vitrina, supervivientes de todo un siglo de calamidades, concebidos para un esplendor que se vino literalmente abajo.
El joven Ned Parfett lo anunciaba perfectamente en esta fotografía. Él mismo murió en Francia sirviendo a la armada británica sólo seis años después de tomarse esta imagen, a dos semanas de concluir la Primera Guerra Mundial. ‘Great loss of life’ (Una gran pérdida de vidas). El siglo XX en un titular.
comment-965
Ha citado una lista de dictadores en la que no están tres de los más importantes y decisivos: Lenin, Stalin y Hitler.