enero 16th
Parasitismo
Que vivimos tiempos duros no es ninguna novedad; es más, leerlo en cualquier parte es ya de perogrullo. Sin embargo, la mayoría de veces uno no es del todo consciente del tiempo en que le ha tocado vivir hasta que pasan muchos años. Una de las características de estos días que recordaremos sin añoranza tiempo mediante será la existencia de una clase social parásita como pocas épocas han visto. Me refiero a esa estirpe de tocapelotas que viven dividiendo para vencer. Y les digo parásitos porque creo que cumplen a la perfección con el modo de vida de tales organismos: se adosan deliberadamente a otra estructura o ser vivo, el huésped, por lo general más sofisticado que ellos -primitivos donde los haya- para vivir a su costa no ya proporcionándole un beneficio a cambio, sino al contrario, mermando sus cualidades. […] Alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo dice el DRAE.
Esos parásitos han anidado con éxito en nuestra sociedad, han puesto huevos aquí y allá y estos han eclosionado con rapidez infestándolo todo. La crisis les da el campo abonado y ellos sólo han de campar a sus anchas. Se valen de un lenguaje atemorizador para crear una tensión que deviene en polémica. Se dedican a sembrar el miedo, y a enervar y demonizar al rival en ideología. Han logrado crear así un ambiente socio-político sumamente tenso que por desgracia ha estallado en Estados Unidos hace pocos días. Como saben, durante un mitin en un centro comercial de Tucson (Arizona), un joven de veintidós años asesinó a seis personas e hirió de gravedad con un tiro en la cabeza a la congresista demócrata Gabrielle Giffords, quien hoy vuelve poco a poco a la vida milagrosamente.
Giffords se ha convertido sin quererlo en un icono de esa situación límite que vivimos. Procedente del partido republicano, se convirtió al demócrata en 1999 y representa el ala conservadora de la izquierda estadounidense. Hasta ahora ha defendido la posesión de armas (veremos qué opina de aquí en adelante), aunque también el derecho al aborto y la reforma sanitaria de Obama. También se ha mostrado contraria a la ley que criminaliza a los inmigrantes sin papeles en Arizona. Curiosamente, fue Daniel Hernández, un veinteañero abiertamente gay, de madre mexicana y admirador de la congresista, quien la ayudó y probablemente le salvó la vida una vez le fue descerrajado el tiro en la cabeza. Cosas de la vida, ahora es ella quien le debe algo a él. Ambos han sufrido, de un modo u otro, la ira de un entorno cada vez más crispado y hostil. Paradójicamente (o no tanto en un país donde nada menos que el cuarenta por ciento de la población posee al menos un arma), ha tenido que ser un tiroteo el que traiga la calma chicha a uno de los estados de las cuatro esquinas (los cuatro limítrofes con México). Como imaginan, la inmigración aquí es uno de los eternos temas de actualidad. El pasado mayo, Arizona -cuyo topónimo procede del euskera aunque no lo crean- aprobó la conocida como Ley del odio, la Arizona SB 1070, que considera susceptibles de sospecha criminal no sólo a los inmgrantes, legales o no, sino también a todo estadounidense que por su aspecto pueda parecerlo. El caso es que dicha ley cuenta con el beneplácito de la mayoría de los ciudadanos de Arizona y de todo Estados Unidos, si bien Barack Obama se ha mostrado contrario a ella. Como ven, más de uno y de dos no le hace ascos a rescatar un Apartheid.
Quienes han creado y se han beneficiado electoralmente de ese clima de odio a todo lo republicano ahora se desmarcan de lo sucedido. A eso yo lo llamo tirar la piedra y esconder la mano. La cabeza visible de ellos es nada menos que Sarah Palin, una de las que ha conseguido que la tenencia de armas se considere dentro del espectro de libertades individuales en Estados Unidos. Resulta tenebroso comprobar cómo la tiroteada Giffords figuraba en su listado de rivales a batir.
En España nos sobran ejemplos de este tipo de parásitos. Muchos de ellos ejercen incluso de manera profesional, o sea que se ganan la vida siendo parásitos oficiales; son políticos, escritores y telepredicadores en medios de comunicación considerados serios. Algunos de ellos tienen apellidos rimbombantes muy conocidos, como si un puñado de letras tras su nombre les insuflara razón divina. Otros han montado directamente un medio de comunicación sobre esas bases. Da igual si el tema es el aborto, el nacionalismo vasco, Cataluña, la reforma de las pensiones o el Valle de los Caídos. Lo importante es remover los instintos más básicos del receptor. Hablan de decadencia y la achacan al actual Gobierno, puesto que son conscientes de que buena parte de quienes les escuchan son analfabetos funcionales que se tragarán todos los embustes que les planten en la cara con lenguaje populachero -lo que otros conocemos como simple demagogia-. Les encanta decir que Zapatero ha reavivado las dos Españas, a sabiendas de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Confunden hacer oposición con encender la crispación al máximo sin importar las consecuencias. El objetivo, más allá de derribar al rival político, es odiarlo con todas las entrañas. Por supuesto, en esta peligrosa estrategia importa un carajo el bien del ciudadano. Es la guerra y punto.
¿Pues saben una cosa? Que los ácaros son parásitos, y yo soy tremendamente alérgico a los ácaros.
comment-1028
El problema es que en tanto en cuanto los analfabetos funcionales tengan voto hay que dirigirse a ellos y hacerlo de forma que, si no explicativa (porque no tienen ni la capacidad ni el interés de comprender términos como “coste de oportunidad”) al menos sea convincente. Y eso lo hacen todos, en todo el espectro político, porque en un país como este con un sistema como este no puedes gobernar sin el apoyo de los analfabetos funcionales. Lo que es más, hay partidos políticos cuya base electoral está compuesta exclusivamente de esos analfabetos funcionales. Si tuviéramos un sistema como, por ejemplo, el de Estados Unidos, que disfraza el sufragio censitario de sufragio universal a golpe de registro de votantes (el 40% de la población ni siquiera está registrada como votante) quizá nos libraríamos de muchos de esos analfabetos funcionales que dices, quizá las cosas cambiaran… pero probablemente cambiaran en el sentido de que ese tipo al que pones como ejemplo de parasitismo y sus adláteres consiguieran mayorías holgadísimas y que, con el tiempo, acabaras llamando a gente que defiende posiciones político-económicas mucho más conservadoras-liberales que las que defiende el PP (por ejemplo) en este momento “la izquierda del país”; un poco como se hace con los demócratas en EE.UU., que solo pueden ser considerados izquierda si se les compara con los republicanos.
Y es que, objetivamente hablando, la mayoría de los analfabetos funcionales esos no votan al “partido de los empresarios”, precisamente. Porque ya se sabe que no hay nadie más tonto que un obrero de derechas…
comment-1027
Arthegarn: entiendo que entiendes, básicamente, que el grueso de esos analfabetos funcionales votan a la izquierda porque imagino que imaginas que los votantes de derechas tienen "otro perfil", por así decirlo. No concibo pensamiento más clasista e ignorante. La mayor parte de los que hoy votarían al PP lo harían simplemente por descontento con el PSOE y no por una verdadera afinidad con el PP (por cierto, ¿qué votarían exactamente, si el PP no tiene programa político?); en cualquier caso, incluso así Rajoy sale peor valorado que Zapatero en la mayoría de encuestas, que ya es decir.
Cuando menciono la demagogia que hace el PP me refiero a cómo se dirige a la población hablando de problemas como el paro o la falta de ayudas económicas, cuando a ellos jamás les ha interesado ni les interesará esa gente. Si no hay nadie más tonto que un obrero de derechas, me temo que hay un partido en este país a quien le interesa mucho que la mayoría seamos tontos.