septiembre 22nd
Una generación perdida
Seguimos hablando de diarios, pero esta vez El País da la contrapartida al anterior post. El pasado domingo, la cabecera del grupo PRISA publicaba en portada el primero de una interesante serie de reportajes titulada (Pre)parados, sobre cómo la actual coyuntura se ha cebado con mi generación. La serie ha sido elaborada por un equipo de periodistas menores de treinta y cinco años, lo cual demuestra al menos una coherencia sobre el hecho que de algún modo denuncia este periódico.
En el reportaje, los durísimos datos sobre desempleo y precariedad laboral de los jóvenes en España se ilustran con casos concretos. Hablan chicos y chicas, con y sin formación, a los que la crisis ha truncado los planes. Leyendo los comentarios que suceden a la versión on line de estos reportajes que se publican a diario desde el pasado domingo, uno encuentra de todo. Pero hay un especial sentimiento de rabia de los jóvenes cualificados hacia aquellos que dejaron las aulas sucumbiendo a los cantos de sirena que manaban de la ahora extinta burbuja inmobiliaria. Chavales que con 18 años ganaban 2.000 euros limpios al mes sin haber terminado ni el Bachillerato y sin haber redactado un currículum en toda su vida. Tan sólo tenían que saber montar cables o poner ladrillos, cosa no exenta de su desgaste físico. Al menos ellos disfrutaron durante un tiempo de la patata caliente. Quienes entonces nos estábamos formando, lo cual quiere decir no tener dinero para otra cosa que no sea estudiar, no hemos disfrutado ni siquiera de eso. Invertimos nuestro tiempo de juventud en esforzarnos hincando codos, confiando en que aquello tuviese algún día una recompensa a modo de trabajo acorde. Pero tal cosa no ha llegado, y lo peor es que no está previsto que llegue en buena parte de los casos. Algunos analistas -que no analizaron nada en su día más allá de sus narices- explican que se tarda una media de diez años en alcanzar los niveles de empleo previos a una crisis. O sea, que en torno a 2017 volveremos a tener los datos de 2006. Lo que ocurre es que tales cifras se elaboran a partir de otras crisis, y señores: no ha habido ninguna como la actual desde 1929. Mientras, un 40% de los universitarios españoles hemos de conformarnos con un puesto que no requiere título superior. Los expertos denominan a este fenómeno down pushing. Yo lo llamo estudiar dos licenciaturas con sus correspondientes prácticas para terminar doblando camisetas, por aquello de la experiencia personal más que nada.
Ahora bien, el grueso de los primeros caídos en el desempleo lo compone precisamente esa masa con menor cualificación. Nada menos que un 62% de los menores de 25 años sin la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) están hoy en paro, según recoge El País. Hoy se plantean volver a estudiar, desde idiomas hasta FP -que este curso bate récords de matrículas- , confiando en lo mismo que nosotros confiamos hace años: en el estudio, en el esfuerzo, en renunciar a tener un a hipoteca, un descapotable y ropa de marca con veinte años. No sugiero con esto que todo el mundo tenga que ser licenciado, pero sí que algo falla cuando el sistema no premia el esfuerzo ni a largo plazo. Lo cual evidencia que nuestro sistema está cada vez más podrido (léase en el tono menos apocalíptico y más revisionista posible).
Los jóvenes de hoy vivimos una situación alarmante. El paro entre los menores de 25 años asciende al 41,5%, lo que supone doblar la espantosa media nacional y encabezar la europea. Ante esta situación, cada palo aguanta su vela como puede. Muchos han vuelto a casa de sus padres y otros han decidido exiliarse. Esto último me parece especialmente preocupante. Exilio. ¿Hace cuánto no escuchábamos esa palabra? Seguramente, la mayoría de mi generación -nacida en democracia- ni conocía su significado hasta hace bien poco. España no sólo está dejando, sino que está obligando a sus jóvenes talentos a marcharse. Fuga de cerebros, que se dice en estos desafortunados casos. Luego nos preguntamos cómo logran otros países desarrollarse tanto. Aquí se ha creado una situación que tiene unas consecuencias de ámbito nacional muy serias a medio y largo plazo.
Lo que todos nos preguntamos es qué pasará a partir de ahora, qué cabe esperar. ¿Queda mucho de temporal? ¿Esperamos a que amaine? ¿Sacamos ya nuestros plan(o-e)s de vida a la luz o aún no? ¿Qué hacemos mientras tanto? Pero la cuestión que subyace es : ¿qué clase de país permite que toda una generación se dé por perdida?
Miren la imagen adjunta. A primera vista es un dibujo algo cómico. Pero si se fijan bien, pocas cosas encontrarán tan tristes.
comment-1075
No queda otra que esperar que amaine, y mientras, a seguir formándose… eso si, en casa de los papis, que no nos mojamos.
Buen texto, no está nada mal!
comment-1074
Sí, esperar a que las tempestades pasen porque no son sólo unas pocas sino varias (Óskar). Lo que noto es que no sólo nos vamos a tener que seguir formando algunos, sino que también vamos a tener que resetearnos y cambiar muchas opciones con tal de sacar unos eurillos. Y no todos podemos.
Leí ese artículo de El País, ¿no es un poco tarde a estas alturas?
Tú, al menos, sacas muy buenas conclusiones. Las grandes editoriales solo se dedican a analizar y no se mojan, son papel mojado.
comment-1073
Cierto. Algo que la generación anterior y posterior nunca entenderán. Décadas de sobreesfuerzo para llegar a nada.
Solo la "generación gran enchufe" se librará de todo.
Gracias por concluír y no dejarlo todo en el aire, como las grandes editoriales.
comment-1070
Creo que todas las generaciones creemos que "lo nuestro" es lo peor… aunque lo dicho no es óbice para una buena reflexión sobre esta situación
comment-1069
Buen artículo, J.C. Entre el tuyo y el de mi hermana sobre el mismo tema he sido incapaz de contestaros con brevedad así que lo he convertido en entrada del mío. Enlaza aquí, aviso. Un saludo,
comment-1061
Por cierto que hoy he leído un artículo en El País que me ha recordado esta entrada tuya…